Relato: DIARIO DE UN ADOLESCENTE (7): "Dos camioneros entran en la familia" Pr�ximo el final del verano, mis padres decidieron que ir�amos a pasar unos d�as de c�mping. As� que alquilamos una tienda de campa�a y en el peque�o coche familiar nos dispusimos los cuatro - pap�, mam�, mi hermanita y yo - a pasar el fin de semana en plena naturaleza. Por el camino nos detuvimos a almorzar en un restaurante de carretera frecuentado por camioneros. En el p�rking hab�a decenas de camiones de todos los tama�os y nacionalidades por lo que el comedor estaba abarrotado de transportistas. A pesar de ello, tuvimos suerte de encontar una mesa libre y pronto nos fue servida la comida. Frente a nosotros, en la mesa contigua, com�an dos camioneros de unos treinta y tantos a�os: un hombre alto y rubio, de fuerte complexi�n y rasgos agradables, y un �rabe de piel oscura, delgado pero musculoso, pelo rizado y mirada insolente. Y digo lo de la mirada porque desde el primer momento no apart� la vista de nuestra mesa. En verdad aquel d�a mam� iba vestida muy provocativamente: jeans ajustados en los que se le marcaban la raja del culo y una vulva abultada, y una blusa semitransparente en que resaltaban los pezones siempre erectos de sus magn�ficas tetas. Los hombres murmuraban y sonre�an con lujuria mientras engull�an la abundante comida y las cervezas que le hab�an servido. Aquella situaci�n produc�a en m� cierto morbo: dos desconocidos desnudando con la mirada a la calentorra de mi madre ante mi propio padre, ocupado el pobre cabr�n de encontrar en el plano el itinerario para llegar al c�mping. Al terminar el almuerzo fui al cuarto de ba�o a hacer mis necesidades ... y algo m�s (a mis doce a�os y m�s salido que un mandril ...), ya que como dice el refr�n de los retretes: "Aqu� se caga, aqu� se mea, y si da tiempo, se la menea". En esas estaba cuando not� que entraban en los urinarios los dos camioneros. Desde mi escondite escuch� parte de la conversaci�n mientras meaban:
- Mira que est� rica esa zorrita.
- S�, qu� buenas tetas tiene la muy puta. Debe tener una concha para com�rsela.�Suerte que tiene el marido!
- �Ah! Yo me refer�a a la nenita - respondi� el otro ante mi asombro- �Mira como tengo la verga parada!
Y se fueron los dos entre carcajadas tras la micci�n.
Reanudamos la marcha en busca del c�mping donde instalar la tienda de campa�a. Mam� guiaba a mi padre con el mapa de carreteras y Raquel y yo jug�bamos en los asientos traseros del veh�culo. Resonaban en m� las palabras de uno de los camioneros (�el rubio, el �rabe?) sobre mi hermanita y de reojo pude observar que pese a sus ocho a�itos ten�a un cuerpo muy apetecible. En verdad era muy bonita: blanquita, melena rubia y lacia, ojos azules ... y una panochita lampi�a que yo ya hab�a saboreado durante el incidente en casa de los vecinos cuando nuestra cama fue invadida por el Pirol�n y su padre (Ver anterior cap�tulo). �ste me hab�a obligado a lamer aquella chuchita virginal con sabor a marisco fresco y la nena en sue�os hab�a llegado a orgasmar con mis leng�etazos hasta mearse de puro gustito en mi boca. Recordar aquel episodio me excitaba sobremanera pero yo sab�a que aquello no estaba bien, que entre hermanos no se pod�a hacer, por lo que descartaba ir m�s lejos ...
La mala suerte hizo que de repente el coche se averiase. El motor empez� a echar humo y pap� detuvo el autom�vil en la cuneta. Intent� por todos los medios ponerlo en marcha pero fue in�til. Mi madre se lamentaba de forma hist�rica y mi padre se cagaba en lo de arriba y en lo de abajo. Lo malo es que la noche se avecinaba. De repente se aproxim� un cami�n de carga, un soberbio trailer. Mi padre le hizo una se�al para que se detuviera. Del cami�n bajaron los dos camioneros del restaurante. Mi madre respir� aliviada: aquellos hombres ser�an la salvaci�n.
Los camioneros intentaron en vano subsanar la aver�a pero el problema era serio: hac�a falta una pieza nueva y el pueblo m�s pr�ximo estaba a varios kil�metros. Habr�a que esperar al d�a siguiente. As� que no ten�amos m�s remedio que pernoctar en un campo contiguo. Los camioneros tambi�n pasar�an all� la noche; se turnar�an para dormir en la litera que tienen en la cabina del cami�n. Muy malhumorado, pap� se dispuso a montar la tienda de campa�a pero era poco experto y varias veces se le vino abajo, as� que mand� a mam� a que le pidiese ayuda a los camioneros. Apoyados en el parachoques de su veh�culo, estacionado a unos cien metros de nosotros, los dos hombres charlaban y fumaban unos cigarrillos. La mirada de mi madre fue de forma inconsciente y lasciva al paquete que abultaba en sus entrepiernas, algo de lo que ellos se percataron de inmediato:�estaban ante una hembra recalentada y viciosa! Accedieron encantados a ayudarles.
- Los ni�os parece que tienen fr�o - dijo el moro (as� es como se llama en Espa�a a los �rabes norteafricanos) - �Por qu� no descansan en la litera de nuestro cami�n mientras montamos la tienda?
Mis padres aceptaron agradecidos y Raquel y yo nos dispusimos a resguardarnos en la cabina del trailer. Mam� nos llev� hasta all�, nos tumb� sobre la litera, nos bes� en la frente, nos cubri� con una sucia manta con intenso olor a macho y a carburante que hab�a all�, y corri� la cortinita que separaba los dos espacios. Est�bamos tan fatigados que nada m�s echarnos sobre el camastro empezamos a adormecernos.
Resultaba dificultoso el montaje de la tienda: hab�a poca luz y faltaban herramientas ... y algunos clavos hab�an desaparecido. El moro, con la disculpa de que iba al cami�n a buscar alguna pieza que resolviese el problema, se alej� del grupo. Efectivamente, se dirigi� al cami�n ... pero a buscar alguna pieza m�s apetitosa. Yo dormitaba dando la espalda a Raquelita, ella m�s pr�xima a la salida. Sigilosamente el �rabe se introdujo en la cabina, corri� la cortinilla y dirigi� su mano a la panochita de la nena. Con un dedo empez� a recorrerle la rajita de arriba a abajo por encima de las pantaletas. Raquel se estremeci�, trat� de comunicarse conmigo, pero era tan agradable la sensaci�n que estaba sintiendo que se dej� hacer. Yo me volte� simulando seguir durmiendo. Viendo su consentimiento, aquel hijoputa sac� las braguitas de mi hermana y las olfate� con deleite: el olor a orines y a almejita virgen hizo que su polla se pusiese erecta como la de un caballo. A punto de reventar bajo sus pantalones, el hombre se desnud� de cintura hacia abajo. Su cipote circuncidado ya babeaba el l�quido preseminal de excitado que estaba. Yo asist�a paralizado a toda aquella maniobra en medio de la penumbra; s�lo la escena se iluminaba cuando pasaba alg�n veh�culo de frente. El marroqu� ya estaba sobre la litera. Alz� las dos piernas de Raquel y acerc� su co�ito a su boca. Su lengua se deslizaba suavemente desde el ano hasta el cl�toris, par�ndose especialmente en el botoncido del placer para que mi hermanita sintiese todo el gusto posible. La nenita empez� a jadear: un placer infinito recorr�a su cuerpecito y sus tetitas se empezaban a hinchar. El moro empez� a succion�rselas. Raquelita cre�a enloquecer pero algo le imped�a gritar, avisar a su hermano, que lo ten�a pegado a ella. El hombre comprendi� que aquel �ngel estaba a merced suya. Ensaliv� bien su cipote descomunal y se dispuso a penetrarla. Levant� por el culo a mi hermanita, apoy� su glande en la vaginita y suavemente le fue metiendo todo el miembro. Instintivamente llev� mi mano al co�o de Raquel. Abierto y dilatado, mojado de saliva y jugos, hab�a sido capaz de engullir la mitad del falo del moreno. �ste se percat� de ello y para evitar que yo gritase y pidiese ayuda, me introdujo de golpe en la boca las braguitas de mi hermana. Con su mano fuerte y tosca me presionaba la cabeza contra el colch�n casi ahog�ndome, mientras �l iniciaba un mete-saca suave con Raquelita. Mi mano a�n sobre el pubis de la nenita not� como ya toda la polla del moro hab�a entrado sorprendentemente en su �tero. Notando que yo estaba en estado de shock, incapaz de moverme ni de pronunciar palabra, retir� su mano de mi cara, e imprimi� mayor ritmo a la jodienda. Raquel orgasm� varias veces hasta que el hombre, a punto de correrse, sac� su polla y me la meti� en mi boca, vaci�ndose dentro de ella. En mi garganta not� como se deslizaba su abundante lefada espesa y caliente con un sabor entre dulz�n y afrutado... y en mis calzoncillos otra corrida no muy inferior.
Acomodados ya nuestra tienda, toda la noche la pas� pendiente de mi hermana. �sta dorm�a pl�cidamente tras su desvirgamiento brutal pero placentero por parte de aquel camionero sin escr�pulos. Un silencio c�mplice hab�a conseguido que nuestros padres no se enteraran de nada de lo ocurrido. Estaba yo en esta duermevela cuando not� como mi madre cog�a una linterna y sal�a de la tienda procurando no despertar a los dem�s. Pap� roncaba como un becerro, ajeno a lo que le hab�a pasado a su hijita del alma en la cabina del cami�n ... y ajeno a lo que le iba a ocurrir a la zorra de su mujer. Pero yo estaba dispuesto a verlo y a disfrutarlo todo en aquella noche estrellada.
En medio de la maleza, iluminado por la tenue luz de las linternas, se o�an gemidos y gritos inconfundibles. Mam� yac�a completamente desnuda de rodillas entre los dos camioneros, que ten�an los pantalones y los calzoncillos por los tobillos. La muy furcia succionaba alternativamente las porongas de los dos hombres. La polla del rubio no desmerecia a la del moro. La del �rabe estaba rematada por un vello p�bico espeso y rizado, mientras la del blanco estaba rasurada y destacaban dos huevos como badajos. Mam� le chupaba con delectaci�n los cojones a �ste, cuando el marroqu� la puso a cuatro patas y le introdujo por el ano su monumental chota. Pese a la descarga en la cabina, el moro ya estaba en plenitud y su erecci�n era envidiable: volv�a a tener los huevos llevos de leche y estaba dispuesto a inundar a mi puta madre. Mam� dio un grito de dolor al notar aquella verga dentro de su recto pero el hombre hizo caso omiso, se tumb� de espaldas y puso a mi madre de espaldas sobre �l con el co�o abierto para que el rubio se la metiese por el co�o. El sandwiche fue perfecto. Mi madre empez� a gritar como una posesa sintiendo aquellos dos miembros dentro de ella. Yo, a pesar de los pajotes que me hab�a cascado aquella noche, volv�a a estar empalmado. El rubio repar� en mi presencia pero no se detuvo en la penetraci�n acompasada con su compa�ero. Entendi� que algo ten�a que hacer para que mi descubrimiento no resultase problem�tico, as� que apag� una de las linternas, quedando el campo casi a oscuras.
Mam� segu�a pidiendo m�s y m�s, con los ojos en blanco por el placer sin l�mite que estaba recibiendo. Los huevos de los hombres chocaban entre s� con la doble penetraci�n. El rubio me hizo un gesto, me aproxim�, baj� mi ba�ador y le met� la polla dura a mi madre en el �nico orificio que le quedaba vac�o. Me corr� en su boca al tiempo que ellos se vaciaban en la concha y en el culo, y mam� se convulsionaba de placer entre espasmos. Me recompuse r�pidamente antes de que aquella zorra salise de su �xtasis y volv� a la tienda sin que ella me viese.
A la ma�ana siguiente nos despert� a pap�, mi hermana y a mi la llamada de mi madre, que cocinaba fuera de la tienda de campa�a:
- Queridos, ya est� preparado el desayuno. Hace un d�a precioso y ya los amables camioneros nos han tra�do del pueblo antes de marcharse la p�eza del motor que nos hac�a falta. �Qu� hombres m�s gentiles: no han querido ni cobrar su importe!
�LEX
Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .
Número de votos: 106
Media de votos: 7.18
Relato: DIARIO DE UN ADOLESCENTE (7): "Dos camioneros entran en la familia"
Leida: 8094veces
Tiempo de lectura: 15minuto/s
|